martes, 9 de octubre de 2012

La llamada de la selva

Hoy me ha pasado algo curioso, y tenía la necesidad de escribir un post a este respecto.


He salido de paseo con mi hija, a disfrutar del fantástico día que ha hecho (algo de calor, pero como la Tierra está con su menopausia climatológica, tampoco podemos pedirle más) La verdad es que lo hemos pasado muy bien, hemos dado un pequeño paseo en coche, para llegar a un centro comercial que tiene de todo, por allá hemos caminado (ella dándome la mano, apenas ha ido en carro, ya no sé si le queda mucha vida útil), ha jugado, hemos reído…

Después hemos cogido el coche y hemos regresado, para ir a una cafetería y tomarme yo un café (que buena falta me hacía) y ella su fruta y su yogur. Cuando llegamos no me fijé, pero estando allá sentadas llegó una pareja y se sentó muy cerca nuestra, ella estaba embarazada, creo que de unos 8 meses largos. Saludó a mi hija, mi hija la saludó…y ya fue cuando me fijé en las que se encontraban cerca de ella. ¡¡En todas las mesas había alguna mujer embarazada!!

Me vino la llamada de la selva, las hormonas revolucionadas, ¡¡yo también quiero!! Quiero volver a sentir esa sensación, que aún hoy no tengo palabras para explicar, pero que imagino debe ser la felicidad máxima.

Claro, en ese momento vi a mi hija, con su carita iluminada con una sonrisa, tirándome un super-beso con su manita (“muuuuuuuaaaaaaa”) y no me puse a llorar ahí en medio no sé por qué, pero que ganas, de emoción, alegría y tristeza a la vez: alegría de saber que está perfecta, sana en todos sus sentidos; y triste a su vez de saber que nunca, jamás, volveré a tenerla en mi vientre.

Son pensamientos que van y vienen…pero que ahí están.

2 comentarios:

  1. Yo tuve la llamada para la segunda. Y tengo la llamada para la tercera (uy uy). Cuanto la sientes, no paras de ver mamás embarazadas y bebés en carritos. No es casualidad, la llamada hace que nos fijamos más en nuestro alrededor y encontrar lo que ansiamos.

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    1. La verdad es que, cuando estaba esperando para la boda, no paraba de ver novias saliendo de iglesias o del registro civil, tiendas de trajes de novia, restaurantes que se ofrecían para las celebraciones... Pero pensaba que quedaba ahí, en los nervios de la espera, que no sería algo hormonal.
      Tremendo.

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